OBRA
Individual-Galería Traeger y Pinto, CDMX, 2011, Hoja de sala
Pintura Digital
El arte en el siglo XX se fincó en una serie de transformaciones discursivas. En el campo de la imagen el arte abstracto marcó una de las más radicales posturas: romper con el valor narrativo, didáctico y anecdótico de la imagen. En sentido estricto desgarra y fractura el significado de la grafía. Para el arte abstracto el binomio grafía-signo, o señal-significado deja de tener un valor o sentido preponderante. De esta forma se genera y consolida una de las paradojas de más largo aliento en el arte moderno y contemporáneo. El arte en este sentido no está sujeto o sometido a las dinámicas narrativas y nominativas de la literatura, ni a procesos técnicos específicos, sino que fragua sus propios canales de apreciación, producción y consumo.
No es de extrañar, pues, que con el surgimiento vertiginoso en la escena de las artes visuales, de tecnologías y plataformas virtuales cada vez más accesibles, los artistas formados en una tradición del uso de materiales y reflexión que abrevan de las vanguardias y la crítica a éstas, indagaran de manera sistemática sobre la potencialidad creativa de los novedosos mecanismos; tal es el caso de Magdalena Martínez Franco.
Como artista y creadora Martínez Franco es una representante de esas complejas fusiones formativas que abrevan desde la más densa y corpórea de las artes plásticas, la escultura, pasando por la más inmaterial de las artes visuales, la fotografía. Magdalena ha tomado la decisión plenamente consciente de transitar por estos caminos creativos, en algunos momentos francamente contradictorios, sin embargo podemos afirmar que en el conjunto de su obra, su gran capacidad de sistematizar y su disciplina de trabajo le han permitido generar cuerpos de obra de una congruencia ejemplar.
Con el título “Pintura digital” (“digital painting”) Magdalena se ha dado a la tarea de indagar cuáles son los vasos comunicantes entre la voluntad primitiva del trazo y una superficie de captura digital, como si de superficie pictórica se tratara. Es de esta manera que, con el ya mencionado rigor, compone y estructura trazos que sistematiza de forma recurrente hasta configurar la serie o secuencia congruente en sus propios alcances, la modulación y el ritmo.
En la propuesta de Martínez Franco confluye la necesidad primigenia del trazo y la composición elemental con un soporte plenamente exento de materialidad, como en este caso es la pantalla del computador.
Este proceso no está exento de la transformación de los mecanismos -interfaces- de acceso a las computadoras. Como es sabido, la primera herramienta de ingreso de información a una computadora personal pasó por el teclado, seguida por el mouse y algunos otros híbridos. El track-pad, el pequeño recuadro con el que se controla ese puntero, hasta llegar a las pantallas sensibles tan generalizadas. En lo que nos ocupa el track-pad representó un acceso táctil y peculiarmente sensorial. El usuario de la computadora contó con un mecanismo certero y “sensible”. Esto posibilitó transitar de la tipografía rígida del teclado o del uso poco dinámico del mouse a un encuentro inmediato con el proceder del esgrafiado. Los dedos recorren la superficie del área sensible con ligereza y prontitud. Magdalena encuentra en este sentido la superficie primaria de trabajo en la reducida superficie para decantar el acto primario del rayado. Traza de manera continua o fragmentaria una secuencia de líneas que, sin representar, existen en su propia autonomía. Significan sin enunciar y posibilitan el juego constante casi etéreo de la necesidad instintiva del trazar con insistencia de líneas y secuencias gráficas.
Un paso aparte, lo representa la impresión de estos “dibujos”. En este sentido de sorpresa y descubrimiento Magdalena Martínez Franco, encuentra que la interpretación de sus trazos, por parte de una impresora pueden ser tan sensorialmente dinámicos y profundos como el más preciso de sus deseos plásticos. Las tintas de profundos y absolutos negros de la monocromía mantienen la congruencia primitiva y sofisticada del valor intrínseco de una serie de imágenes que en su riqueza y matiz infinito abren una puerta a la placentera reflexión que nuestra artista inició en torno de las posibilidades sensoriales que un trabajo riguroso nos invita a observar.
Luis Francisco Gallardo