TEXTO
Sensorial
Por Luis Francisco Gallardo.
Hoja de sala de la retrospectiva Formas Blandas, Biblioteca Vasconcelos, CDMX, 2019
Las artes visuales contaron durante todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI con –no exento de feroces batallas teóricas- un extraordinario escenario de tolerancia y apertura, tanto en la forma evidente con el uso de nuevos materiales y maneras de procesarlos o en otro extremo una desvinculación de estos, al proclamar la inmaterialidad de objeto artístico. Todo ello de la mano, con la posibilidad etérea de la reflexión estética y filosófica que reclama nuevas maneras de enunciar, narrar o trazar caminos novedosos para la reflexión vivencial del quehacer creativo de las artes; pasando de manera preponderante por una democratización del objeto del arte y el de su propia naturaleza. Por supuesto que todo esto derivó en la necesaria intervención de nuevos actores para el acercamiento y decodificación por parte de intérpretes o mediadores en una buena parte vinculados a las tareas educativas de los espacios expositivos o de promoción cultural.
En este contexto y dinámica la obra de Magdalena Martínez Franco muestra una peculiar relevancia, ella no distingue diferencia o ámbitos de especificidad en los recursos para la resolución de una “propuesta”, “pieza” o “indagación estética”. La multiplicidad de medios con los que se ha involucrado, desde aquellos de mayor densidad matérica que involucra su trabajo escultórico, hasta los medios digitales de apropiación de la imagen -como el video o la fotografía-, le posibilitaron un acercamiento directo a públicos de intereses y gustos diversos. El trabajo de nuestra artista se cimienta en una necesidad primaria, quizá primitiva del público y no por ello menos vigente y legítima, que es la apropiación sensorial. La posibilidad del espectador de reclamar vías sensoriales distintas a la exclusivamente visual le coloca en el centro de una discusión plenamente contemporánea en el ámbito de las artes visuales y de la indispensable investigación y profesionalización de la producción artística.
Me permito esta larga digresión por un asunto que juzgo principalísimo en el conjunto de la obra de Magdalena Martínez Franco, su capacidad y rigor profesional para apuntalar y fortalecer cada una de sus piezas. En Magdalena se distingue a la distancia una profunda paciencia, una recurrente reflexión y autocrítica que de manera sistemática invita al espectador a permitirse una inmersión sensorial de sus piezas. Por medio de un riguroso y comprometido involucramiento con distintos tipos de públicos Magdalena construye significados y vías de acceso a la reflexión y disfrute estético.
Indispensable resulta, para una mejor aproximación a su propuesta creativa, distinguir las directrices constantes o preocupaciones recurrentes: el reflejo del “otro” que es “uno mismo”, la densidad corpórea, en permanente transformación y desgaste, la codificación que excluye y se apropia de los signos más íntimos de identidad, la posibilidad de construir significados y narraciones con todos nuestros sentidos o la falta de alguno de ellos, se refleja en el conjunto de su obra.
Es así que el trabajo de Martínez Franco muestra una clara y recurrente preocupación por la aproximación sensorial del espectador, pues busca despojarlo justo de la exclusividad expectante para involucrarlo en una vertiente inmersiva. De aquí se desprende una cualidad inherente a su trabajo: la atemporalidad. La vigencia del conjunto de la obra de Magdalena va de la mano con la clara virtud sensorial que es evidente para quien se asume dispuesto a sumergirse en esta exposición.